sábado, 24 de octubre de 2020

Hayedo de Casasuertes (Burón-León)


     Habíamos leído algunas reseñas de los bosques de hayas del entorno de Riaño y hoy vamos a conocer uno en Casasuertes (Burón) al que llegamos por el puerto de Tarna y que está también muy cerca del puerto del Pontón.

     Y parece que a pesar del día gris, con nubes altas y menos luminosidad, acertamos con la fecha porque ya acercándonos por el valle que sube a Cuénabres y Casasuertes vemos la gama cromática del otoño en el bosque de ribera.

     Desde Casasuertes subimos por una pista siguiendo el valle del río Orza; nos sorprende la cantidad de agua que baja por cada arroyo y regato; entre la lluvia y el deshielo de los últimos días se ve el río rebosante como si fuera primavera.


     Cruzamos y cerramos una cancela de hierro que acaba de dejar atrás un todoterreno de ganaderos que en la maniobra por la pista tan estropeada por el agua desllantó una rueda.

     Nos llama la atención el abundante rebaño de vacas, más bien novillas por su pequeña alzada; y por ser tantas y no molestarlas no cruzamos el puente. El track de la ruta nos llevaba por allí, pero quizás por esta margen del río llegaremos igual.

     Sauces de ribera y abedules colorean de amarillos sus hojas, pero más arriba, en las laderas, sobre el verde de las escobas ya van apareciendo las hayas y sus colores rojizos.

     En la zona de Prado Mayor ya vemos que el río trajo más caudal aún, e inundó los prados arrastrando ramas y piedras.


     En la otra margen del río vemos a lo lejos un chozo con techo de escobas y caballos pastando. Al final la pista que viene de Casasuertes se bifurca y cruza el río, uniéndose al camino entre las escobas que cogimos nosotros.


     El río Orza ruge en las zonas más encajonadas.


     Llegamos a otra zona más abierta, con pradería; al fondo ya vemos la hoz que forma un afloramiento de estratos calizos que viene desde el pueblo.


Arroyos y regueros de agua por todas partes


Retorcido tronco superviviente de haya

     La pista gana altura sobre el río subiendo la loma ...


   ... hasta la cuidada cabaña de la majada de Montó, donde haremos una pequeña parada.



Hacia abajo el valle del río Orza que venimos recorriendo.


     La abundancia de agua hace que en la base de la caliza aparezcan surgencias de agua que bajan en cascadas al río.


     Seguimos en un par de revueltas la pista hasta que esta se acaba; vamos con la mirada puesta en la hoz de La Cueña, con la caliza blanca rodeada del colorido de las hayas. 



     Se acaban las rodadas de la pista y entramos de lleno en el bosque de hayas. No se puede describir su belleza, o al menos no bastarían las palabras para hacerlo: su olor húmedo, el viento moviendo las hojas, el rumor del río abajo en la hoz, incluso el canto de los escasos pájaros o los chillidos agudos de los "glayos"-arrendajos- al echar a volar, hacen disfrutar los sentidos.



La cabaña de la majada Montó.



La Cueña






     Una vez que vamos dejando atrás los estrechos paredones de la hoz, seguimos por la ladera en pleno bosque, primero por la parte alta de la ladera hasta que poco a poco llaneando comienza a bajar hacia el río.




     El paisaje se abre en una vega donde confluyen dos arroyos; uno baja del collado Valcarque, un acceso a la Peña Panda y las Corcadas de Ceranzo. Aquí hacemos un alto para descansar y decidimos qué recorrido hacer. En principio íbamos a subir desde aquí por el valle de la izquierda para subir a otro collado y bajar por el valle del río Cosoya haciendo la ruta circular, pero vemos que se mete la niebla y el camino entre las escobas no parece que esté claro; decidimos regresar por el mismo camino.

¿Huellas de corzo?¿de ciervo?

Dejamos la niebla cubriendo el recorrido circular que habíamos pensado; volvemos por el bosque.






La nota verde entre tanto ocre, amarillo y rojizo la ponen los acebos.



     Volver por el mismo camino nos da otra perspectiva de las montañas que habíamos dejado atrás.








  De nuevo en la cabaña aprovechamos su refugio para comer dentro, al resguardo del frío; aunque sea de pie descansamos un rato.






     Y de nuevo en la pista de vuelta a Casasuertes nos cruzamos con las vacas que habíamos visto por la mañana pastando por la pradería.

     Como nunca habíamos visto ganado así, pelaje completamente negro, sin cuernos, de pelaje espeso, de no mucha alzada, leemos al llegar a casa que son de la raza Angus, originarias de Escocia y criadas desde hace siglos ya por su carne. Desde luego, parecen resistentes al frío.


  Coronada por un penacho de niebla reconocemos al fondo la Peña Panda, la parte Oeste de las Corcadas de Ceranzo, que son la continuidad de la cresta caliza que forma la hoz al fondo.


Abedules

Serbal de los cazadores


     Y así llegamos de nuevo a Casasuertes, después de un precioso recorrido por el bosque de hayas, nuestro favorito. Bajo ellas no hay matorral, y en ocasiones, según el tipo de terreno, encontramos matas de arándanos, que tanto nos gustan.


     Nos despedimos del pueblo tan solitario en el otoño y el invierno; para ser la primera vez que caminamos por aquí nos va a ver en más ocasiones porque estos paisajes al Sur de la Cordillera Cantábrica nos enamoran tanto como los profundos valles y empinadas montañas de la vertiente Norte de la Cordillera

      Espero que os haya gustado el recorrido y como siempre

¡ un saludo, amigos !



 

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